Ella.

A Ella le encanta la lluvia. Le parece idealista y romántica. Sueña con que la besen bajo un manto de gotas precipitándose al vacío mientras recorren sus sonrosadas mejillas. Los paraguas le resultan innecesarios. Y le gusta cantar cuando llueve, sí, se agarra de la farolas, da vueltas y comienza a decir con su voz torpe y dulce: I’m singing in the rain!

En realidad a Ella le gusta todo. Siente pasión por las pequeñas cosas, cosas que para los demás pasan desapercibidas. Adora los días invernarles, sobre todo si está bajo un montón de mantas sobre su cama con un chocolate caliente en su taza de Audrey Hepburn. Se estremece al oír los diálogos de sus películas favoritas y las ve tanto que se los sabe de memoria. Adora caminar e inventarse la vida de los que pasan a su lado, enamoradiza de los minúsculos copos de nieve, de los helados de nata, de las norias, del chocolate y de hacer fotografías de todo lo que encuentra. Le gustan los amaneceres y mucho más los atardeceres. Sueña con bañarse en el mar a las dos de la mañana bajo la claridad de la luna, pero admitámoslo, le da miedo.

Quiere ir en una limusina en pleno Nueva York nocturno, sacar la cabeza por arriba y gritar. Gritar hasta quedarse afónica. Le encantaría silbar con los dedos y parar a un taxi pero no sabe silbar, así que se conforma con montarse en uno y decirle al conductor: ¡Siga a ese coche!  

Montar en Vespa y si es en Italia mejor, a pesar de que no tiene ni idea de montar en moto. Inventa nombres y piensa los actores que elegiría si hicese una película aunque la mayoría ya no están vivos.                                  

Le encanta escribir y tiene en su cuaderno un montón de cuentos inacabados. No lee libros, los devora. Después me hace un resumen, con palabras tan seductoras y suaves, expresando tantas emociones que hasta me dan ganas de leerlo yo. Pero no es el libro. Es ella. Es persuasiva, atrayente. Es singular. Una soñadora en potencia. Está loca y lo sabe pero no le gusta que se lo digan.