«There is a time and a place to die.»

14 de abril de 2012

Add a little smoke.

Nubes plateadas formadas de humo se arremolinaban ligeras en local. Se incrustaban tan fuerte en tus pulmones que era difícil respirar, pero Ery ya estaba acostumbrada. La primera vez que había pisado aquel lugar tenía catorce años. Al primer paso dado empezó a toser descontrolada y tuvo que salir para aspirar bocanadas de aire puro. Ahora se paseaba entre la humareda que desprendían los puros y cigarrillos como una sombra fantasmal, inhalando el humo como si se tratase de oxígeno. 
-Ery –Se giró instintivamente al oír su nombre. Delante de ella estaba el tipo que desde hacía tres años era su jefe, el que se llevaba el dinero en una función en la que no actuaba, sólo dirigía. Tenía unos treinta años pero el cansancio le hacía aparentar diez más. Ery nunca vio en él una persona en la que confiar, pero tenían un trato y mientras lo mantuvieran ambos fingirían que se llevaban bien. Ella no lo metía en problemas, él le daba su dinero. Fácil y sencillo. Ha venido a verte. Otra vez.
Su rostro se mantuvo firme mientras su pequeño corazoncito latía violentamente feliz. Aún no había comprendido por qué hacía eso. Era consciente de que su cuerpo dejó de pertenecerle hace tiempo pero pensaba que aún era dueña de lo único que le quedaba (lo único que no sentía corrompido y sucio), su diminuto corazón.
Sus piernas se pusieron en marcha antes de que su mente procesara las palabras. Él no la dejó ir muy lejos; le agarró del brazo antes de que pudiera dar un paso más.
-No sé qué tienes con ese chico –escupió las palabras con aquella voz fría y autoritaria– pero no me gusta.
-Hace tiempo que dejó de importarme lo que te gusta o no, Marcus.
Apretó más fuerte su brazo mientras la joven, frágil marioneta en manos de su titiritero, intentaba mantenerse impasible ante el dolor. Él acercó sus labios y le susurró lentamente al oído.
-Creía que lo habías aprendido, Ery, yo soy el que dicta las órdenes. Me necesitas. Sin mí estás perdida. Sin mí no eres nadie, no eres nada. –Alejó su rostro y la miró, sin el menor atisbo de furia o remordimiento, sencillamente indiferente– No me desobedezcas. Ya sabes lo que pasa cuando la gente lo hace.
Aflojó la presión lo bastante como para que ella pudiera soltarse. Ery lo miró unos segundos y se marchó, sin prisa, aunque lo suficientemente rápido como para salir afuera antes de que el humo volviera a ahogarla por primera vez desde hacía tres años. 

(Y en sus ojos aparecieron lágrimas llenas de rabia)

5 comentarios:

  1. No me gusta ese tal Marcus. Pero tampoco me gusta juzgar sin conocer a fondo :) Me desagrada, sí, pero me intriga. Siento que quiero saber más de él y de su relación con Ery (que, por cierto, adoro el nombre).

    Las frases en cursiva me encantan y la historia pinta muy, pero que muy bien :)

    Yo también voy revolotear por aquí muy a menudo.

    ¡Un beso, y gracias por tus palabras! :)

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  2. Marcus no me cae para nada bien, si fuese Ery ya le hubiese escupido en la cara (pero claro, no sé qué es lo que pasa entre ambos, así que sólo me queda esperar).
    Me encanta como has descrito la escena, juraría que he olido a tabaco por aquí...

    (besos, Paula y Carolina)

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  3. A mí tampoco me ha gustado nada Marcus... ¡Y me encanta el nombre Ery! (aunque me cuesta algo comprender sus emociones, me cae bastante bien)

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  4. Ooh! no sé cómo he llegado aquí, pero me alegro de haber descubierto tu blog! voy a seguir cotilleando, pero antes de despedirme quería invitarte a mi baúl por si te apetece compartir algún sueño, y por qué no, quedarte. Te espero!
    Hasta pronto =)

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Misses Roux están encantadas de que te pases por su pequeña Nueva York y escribas lo que piensas, una sonrisa les quitas. (Todo spam será eliminado)