Era de noche y
el frío siberiano con el que tanta lata le había dado su madre recorría cada
centímetro de su cuerpo. Las gotas resbalaban por sus mejillas y se
precipitaban en una carrera suicida contra el suelo. Llovía y sus cabellos
mojados se adherían fuertemente a su rostro, pero aún así las gotas que caían
por sus pálidos pómulos no eran procedentes del oscuro cielo, sino de sus ojos.
Daba tumbos por las calles desiertas, en dirección contraria a su casa. No
sabía dónde ir o qué hacer; de lo único que estaba segura era de que pretendía
irse lejos y no regresar jamás. Ella y su corazón dañado sólo
querían salir corriendo.
Acabó
delante de aquella casa tan familiar y tocó la puerta con los nudillos. Salió a
abrirle en pijama y con el pelo cobrizo despeinado. Se sintió un poco culpable
al despertarlo aunque era realmente innecesario añadir más dolor del que ya
sentía. Sus ojos soñolientos parpadearon varias veces antes de despertarse del
todo. La miró de arriba abajo mientras un atisbo de preocupación asomaba
por sus grandes ojos y también algo de lástima. Debía de tener un aspecto
horrible; empapada, pálida y sus cabellos chorreando agua sobre el felpudo de
la entrada.
-¿Qué ha hecho ahora ese
imbécil?
-Por favor –dijo ella, en
un hilo de voz- Ahórrate el ya
te lo dije.
Hubo un minuto de silencio;
los ruidos de la estrambótica tormenta que se desataba fuera.
-¿Quieres que te lleve a
casa?
-No. Quiero ver una
película y reírme de lo estúpida que he sido mientras como palomitas con mi
mejor amigo.
Y en algún lugar bajo toda
esa cantidad de agua, en una mezcla de lluvia y lágrimas, debió ver a su amiga,
aquella que en otra época reía más que lloraba y no tenía su pobre corazón
hecho trizas. La puerta se abrió lentamente y el calor hogareño inundó su
cuerpo calado hasta los huesos.
-Creo que no me quedan
palomitas.
Y adoraba
esa maravillosa sensación de tener
a alguien cuando más lo necesitas. De tenerlo a él.
Es entre magnífico y perfecto, pero más perfecto que magnífico. El principio es genial, pero el diálogo sorprende de la más agradable de las forma; y el final, el final mejor Imposible, de verdad.
ResponderEliminaruna vez más, os habéis superado; ya espero impaciente la próxima.
equis de