Ella no respondió. Se limitó a mirar atentamente a su amiga mientras expulsaba su última calada.
-Tienes suficiente dinero, de eso estoy segura. ¿Por qué no coges el primer avión y te largas de este infierno?
-¿Y a dónde se supone que quieres que vaya?
-A cualquier parte. Te recuerdo que eras tú la que quería ver cada rincón de este mundo, la que quería ser libre y no vivir encerrada en un oscuro tugurio de mala muerte.
-Te recuerdo que seguimos siendo marionetas en una jodida función de teatro –se levantó y tiró la colilla, pisoteándola con fuerza con sus tacones– y que no somos nosotras las que manejamos los hilos.
Cruzó los brazos y se apretujó en la chaqueta. Nubes oscuras que cubrían aquella ansiada libertad se arremolinaban sobre el cielo de la ciudad. No había nadie en el callejón, salvo el negruzco y escurridizo gato que siempre aparecía a media tarde y buscaba su comida en los restos de basura. Ery tenía esa alma gatuna; vivía en las calles, luchaba por sobrevivir.
-Creo que se ha acabado el descanso, debemos volver al trabajo.
Abrió la puerta y antes de que desapareciera de nuevo entre las tinieblas escuchó el afligido susurro de su amiga.
-El espectáculo debe continuar.
Damos la bienvenida a Ery, un alma neoyorkina que seguro está encantada de conoceros.
Podéis votar aquí si os ha gustado leer sobre ella.
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Pues se me pasó, aunque tú ya has visto las fotos en la próxima entrada las cuelgo :) jaja
ResponderEliminarque bien escribís señoritas=)
ResponderEliminarHermoso lo que escribis, muy profundo. Te sigo linda. Besos, nos estamos leyendo :) www.corazondepomelo.blogspot.com
ResponderEliminarMe gusta :)
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