«There is a time and a place to die.»

19 de agosto de 2012

El dolor de la verdad.

Lo que yo me preguntaba cuando la veía acurrucada junto a la ventana era cuánto tiempo duraba una espera. Si había una fecha de caducidad para las promesas. Creo que a ella no le importaba, había perdido ya la noción de los días. Sin embargo, los días no se habían olvidado de ella; sin quererme dar cuenta ya tenía una arruga más en el rostro o un mechón que se iba tiñendo del color de la luna. Se me encogía el corazón cuando una sombra cruzaba la calle que daba a su ventana, una sombra protegida por la oscuridad nocturna, y veía atravesar en sus ojos ese destello de felicidad que antaño solía brillar en ella. Era entonces cuando la luz de la farola descubría el rostro de un desconocido y el dolor que había desparecido durante un fugaz instante volvía a apoderarse de su corazón, mientras la pequeña esperanza que aún albergaba se hacía más y más pequeña, como una luz consumida por las tinieblas.

Muchas veces estuve tentado de cogerla por los hombros y sacudirla hasta que entrara en razón, hasta que se diera cuenta de que él no iba a volver. Pero nunca lo hice, creyendo que la verdad le haría más daño que las promesas que la mantenían viva.

2 comentarios:

  1. Yo siempre me he preguntado como algo tan doloroso puede ser la opción correcta.

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  2. Este realismo me toca la fibra.
    Genial texto.

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Misses Roux están encantadas de que te pases por su pequeña Nueva York y escribas lo que piensas, una sonrisa les quitas. (Todo spam será eliminado)