«There is a time and a place to die.»

9 de diciembre de 2012

«Si muriera antes de despertar...»


Los copos de nieve se arremolinaban frente a la ventana. Era el primer día de diciembre en el que nevaba, y los niños habían desempolvado ansiosos sus trineos y habían salido a correr dejando un reguero de pisadas y ángeles de nieve tras sus pies. Era el primer día en el que Jane, la hija menor de la familia Wallace, se había atrevido a ascender las suplicantes escaleras que llevaban al desván. Tenía prohibido subir allí desde que preguntó que había, y todas las noches al acostarse se quedaba contemplando el techo silenciosamente, esperando a que algo sucediera. Y por supuesto, para los niños una prohibición siempre es algo demasiado tentador.
Jane ascendió cuidadosa las escaleras que crujían bajo sus delicados pies. Asomó su cabeza por el hueco y contempló la estancia. Un gran ventanal redondo cubría la pared del fondo, dejando entrever los copos de nieve que caían silenciosa e irremediablemente hasta el mundo de los mortales. El tenue sol otorgaba a los muebles atestados de recuerdos y cubiertos de polvo un cariz grisáceo, nostálgico. Algo tras una cómoda roída le llamó la atención. Se puso de puntillas y apartó la manta que cubría el objeto, descubriendo una preciosa princesa mecánica. Era una muñeca, tan alta como una persona adulta y con una manivela a la espalda, ataviada con un vestido largo y ensoñado con brillantes piedras y doseles dorados. Sostenía en sus manos enguantadas un parasol, semejando las doncellas de una edad antigua. La niña la rodeó y desempolvando la manivela tiró de ella para darle cuerda. Ésta emitió un ruido extraño, y sus engranajes empezaron a moverse. El zumbido de las piezas encajando, despertando de un gran letargo asustó a la pequeña, y cuando una dulce melodía comenzó a acompañar los movimientos de los mecanismos, Jane tropezó y cayó al suelo de espaldas. Now I lay me down to sleep, I pray the Lord my soul to keepAbriendo mucho sus ojos dorados contempló cómo la princesa mecánica cobraba vida y dirigía sus ojos inertes hacia ella, esbozando una encantadora y espeluznante sonrisa. Algo dentro del cuerpo de la muñeca empezó a lucir, latiendo en el pecho rítmicamente. La niña se levantó y con sumo cuidado alzó la mano para tocar el corazón de la princesa.
Jane sonrió encantada. If I die before I wake, I pray the Lord my soul to take. Y entonces, la princesa mecánica alzó su parasol oxidado y lo clavó dentro del ahogado cuerpo de la niña. La sangre comenzó a brotar carcomiendo vida, hasta que los ojos de la pequeña quedaron igual de inertes que los de la princesa. Y sintió sus huesos helarse del frío de invierno. Y los copos de nieve cayendo desde un cielo sangrante. Y la música sonando armoniosa a su alrededor, las delicadas notas cubriendo su cuerpo mientras la vida abandonaba su corazón.

5 comentarios:

  1. Terrorificamente genial. Te engancha la lectura desde el principio para llegar al soberbio (aunque triste) final.

    Me ha encantado.

    Un terrorífico Blues te mando. ;)

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  2. Jajaja qué malota! Pues el mío tardarás en verlo. No quiero llenarme de carpetas de chicas perfectas.
    Pero te loveeeee.

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  3. Cuando he llegado al final es cuando realmente me he imaginado todo.
    Es genial este relato, horrible y terrorífico, pero genial.

    Besos;
    (desde
    lejos de
    París)

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  4. Vaya, me has dejado con la boca abierta. No me esperaba para nada ese final.
    Me gusta como escribes, un besito.

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Misses Roux están encantadas de que te pases por su pequeña Nueva York y escribas lo que piensas, una sonrisa les quitas. (Todo spam será eliminado)