Avanzábamos.
Avanzábamos en aquel desierto que asolaba corazones. Con la tierra árida
humedecida por nuestra sangre, gritando a un cielo estentóreo que nos ignoraba.
No sabíamos por qué luchábamos, lo hacíamos porque queríamos vivir. Porque
queríamos morir en beligerancia. Combate nos susurraba la tierra, cae ordenaba el polvo. Héroes que llegaban
hasta lo más alto muriendo en el seno del mundo. A contracorriente del viento
de plomo, mirando al demonio a los ojos, predicando el pecado. Con el corazón
bombeando pólvora y los huesos quebrándose, reduciéndose a ceniza. Polvo y
sombra somos.
Avanzábamos
con nuestras almas danzantes atrincheradas para disputarnos un pedazo de
infierno.
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